17 jun. 2004

Un acuerdo petrolero

Sin duda, a este país para quererlo hay que verlo con el corazón, no con la razón porque hay tantas razones para luchar por él, como para abandonarlo. Aquí ser valiente en la defensa de sus intereses se paga muy caro porque muchos se venden por menos de nada.” Así expresaban su angustia ciudadanos de otro país latino-americano esta semana en la prensa. Sentí que estamos en las mismas.

Pase lo que pase en los próximos procesos democráticos, si queremos recuperar el sueño de una Nación y que la reconciliación no tome el camino de la humillación, ni la justicia el de la persecución, requerimos de un acuerdo nacional. Para lograrlo, necesitamos callar a quienes, intoxicados con destilados consensuales ajenos, ya sean de Miami o de la Habana, vociferan tanto que impiden que el resto del país nos oigamos unos a otros.

El petróleo es, sin duda, uno de los asuntos más delicados para nuestro consenso. Habiendo escrito mucho sobre el tema, criticado tanto a la vieja como a la nueva PDVSA y por jamás haber estado económicamente vinculado con la industria petrolera, me siento con todo el derecho moral de presentar ideas y de criticar a quienes busquen aprovecharse de la confusión.

Tanto la exploración como la producción petrolera del país deben permanecer cien por ciento en manos de PDVSA que, hasta la fecha y apoyada por la OPEP, ha logrado generar excelentes ingresos para Venezuela.

Todas las demás actividades de PDVSA deberían ser delegadas al sector privado, por cuanto PDVSA malgasta en ellas los ingresos antes generados.

PDVSA, exploradora y productora, necesita de mucha transparencia y de evitar caer en manos de agendas privadas de mérito o sin meritocracias internas. Por cuanto PDVSA y el Ejecutivo siempre estarán tentados a conspirar a espaldas de la Nación, debemos insertar en ella un Ombudsman, que represente los intereses del resto de la sociedad.

El mal uso, que los gobiernos le han dado a los ingresos petroleros durante los últimos 30 años, constituye La Vergüenza Nacional. Necesitamos transferir recursos para saldar la deuda pública pero, una vez logrado esto, el Estado debe ceder a los ciudadanos una porción de los ingresos petroleros para que sean administrados directamente por ellos en intereses sociales, como la educación.

Finalmente, un gobierno que no logre aumentar el precio de la gasolina a lo que recibe por ella en el exterior, no tiene el derecho de llamarse gobierno, ni será sostenible.

3 ene. 2004

Pérdidas y encuentros

Hace poco leí que a unos de los príncipes de Inglaterra, le injertaron un dispositivo de seguimiento satelital, para que el muchacho no se le perdiese a la Corona durante su viaje por Australia. ¡Pobrecito! Uno de los derechos humanos básicos de cualquier muchacho (ver nota) es el de perderse, para buscar encontrarse consigo mismo.

Por el contrario, un país como el nuestro, que no tiene derecho a perderse ni siquiera por un segundo, lleva por lo menos como cuarenta más cinco años dando tumbos.
Buscando encontrar el rumbo de nuestra Patria hemos usado sofisticados sistemas de rastreo satelital consensuados en el Norte y hasta a pintorescos baqueanos, pero ninguna de estas brújulas nos ha servido.

En estos días, propicios para la reflexión, permítanme dibujarles tres estrellitas para reordenar el manejo de nuestra riqueza petrolera. Quizá nos permitan al menos colocarnos en la senda correcta.

* PDVSA, nuestra vaquita petrolera, nos proporcionará leche por mucho tiempo más, siempre y cuando nosotros y la OPEP la cuidemos con cariño y valentía de todos aquellos lobos que le lanzan mordiscos desde todas partes del mundo, con sus impuestos, sus normas ambientales discriminatorias o sus simples lujurias.

* Nuestra vaquita petrolera produce buena y abundante leche y además es dócil. Lo único que debemos asegurar es que su ordeño se haga bajo la mirada de todos y no en unos oscuros establos donde tecnócratas, políticos o simples bandoleros del ayer, del hoy o del mañana, se queden con toda la nata y sólo le entreguen un aguadito al país.

* Una vez ordeñada nuestra vaquita petrolera, debemos asegurarnos que su leche sea distribuida equitativa y directamente al ciudadano. Sólo así lograremos acabar con esa franquicia de distribución, que estúpidamente le hemos otorgado a los políticos, para que distribuyan el aguadito sobrante a cambio de favores, pleitesías, votos o no votos.

Quienes no han llorado, no pueden reír y quienes no se han perdido nunca conocerán la bendición de poder decir ¡Gracias Dios, ya sé donde estoy! ¡Pobre Principito! Jamás podrá disfrutar, como disfrutaremos los venezolanos... todos... ese día que sembremos la semilla de la razón en nuestra fértil y muy arada tierra. ¡Feliz Año!

Nota: Lo de la perdida es válido sólo para varones... disculpen pero tengo tres hijas